Ayer en Alicante, como en toda la Comunidad Valenciana, hubo manifestaciones contra los recortes previstos por el nuevo conseller. Fuí convencida de la protesta, pero lo que vi me desbordó, todavía estoy alucinando. Las calles eran una verdadera marea de gente, no sólo eramos docentes los que salimos a la calle; eran niños, familias y sobre todo jovenes.
Las previsiones desbordaron a todos, se preveían unos 8.000 y allí eramos más de 50.000 personas todos reclamando una educación de calidad. Pero para mí la diferencia la marcaron los estudiantes de los institutos, ellos sin dudar a dudas fueron la nota sorpresa. Esa juventud que algunos tildan de vanales, sin ideales y sin creencias, ayer salieron a la calle para reclamar una educación de calidad. Y con calidad no se referían a más recursos, más ordenadores, más pizarras....no nada de esto importaba; reclamaban lo básico: papel, luz, calefacción y profesorado. De estas cosas básicas hablamos, pues la deuda de sus centros no las puede ya asegurar. Sus aulas están frías, pero sus corazones no y ayer lo demostraron. Ayer dieron una lección de trabajo en equipo, y de que no necesitan ni sindicatos ni partidos políticos para hacerse oir. Ayer fueron ellos los protagonistas, los que dirijían la manifestación, los que reclamaban lo que les pertenece: su futuro, su educación.
En la calle ayer no te sentías sólo, era imposible, te sentías parte de todo lo que implica la educación: las familias, los docentes, los alumnos y toda la sociedad.